#1•• Ciao tutte!. TIRA DADOS (Hospital Central. 7:50 A.M) Entró en la sala, examinando una a una las caras que allí se encontraban. El ambiente era distendido y tranquilo a la vez, pudiendo intuir conversaciones a medio tono para que no traspasasen la frontera de la mesa vecina. Sus ojos se pasearon en una rápida ida y vuelta por el cuarto, para ir a pestañear ligeramente al toparse con la persona que andaba buscando. -“Perdonad que os moleste”- dijo acercándose a la mesa de dos dispuesta junto a la puerta, precisamente en el rincón más discreto del lugar. Cogiendo uno de los bizcochos que reposaban en una improvisada bandeja de papel de aluminio, miró a la pareja, dándose permiso a si misma para invitarse a coger aquel bocado, -“Necesito que me busques en archivos todos lo casos de virología ingresados por urgencias de tres meses para acá. Pacientes menores de diez años... Oye están buenísimos. Quiero la receta”- dijo deleitándose con el dulce. La pareja se miró mutuamente entre la sorpresa, la incredulidad y la desaprobación hacía Cruz al plantarse en medio de su charla acerca de nada en especial, y coger sin permiso parte de su desayuno. -“Los ha hecho ella”- respondió Esther aludida. -“¿Y a Teresa?”. -“Pues no sé que tal se le da la repostería a Teresa” - dijo la directora, llevándose a la boca las migas que quedaban en la comisura de sus labios. -“Oye, ¿He dicho ya que quiero la receta?” - Inmersa en su imprevisto desayuno, ni siquiera se había percatado del gesto de contrariedad en Esther, que parecía mas preocupada en la adjudicación de recados ajenos, que en el halago hacía la repostería casera. -“No me refería al bizcocho, Cruz. ¿Por qué no se lo has pedido a ella?. Los casos archivados”- insistió la enfermera, sin darse cuenta del pequeño toque de atención con la rodilla que le había dado su acompañante al evidenciar tan a las claras su molestia con la irrupción de Cruz. Maca carraspeó ligeramente por si la enfermera no se había cuenta de su rodillazo previsor debajo de la mesa. -“Teresa sabe buscar nombres y fechas, pero no creo que sepa demasiado sobre virus. Podría estar esperando años lo que necesito, y lo necesito para hoy”- insistió Cruz, cogiendo una servilleta de papel. La mirada de Esther no podía evitar dejar de contrariarse a cada segundo, sin acabar de entender que hacía ella buscándole papeleo a la nueva directora de Urgencias. –“Por favor, cuento contigo. Te lo digo a ti, porque eres lo más eficiente que conozco por aquí abajo”- dijo Cruz, bajando el grado de requerimiento impuesto a humilde petición. -“Gracias por lo que me toca...”- masculló Maca por su cuenta. Sin darle tiempo a dar por aceptada aquella petición, guiño su ojo a la pareja para salir de la sala apagando el pitido de su “busca” que le avisaba de más trabajo aquella primerísima hora de la mañana. En aquél discreto rincón de la cafetería de personal, Esther y Maca de vuelta a su discreta mesa, se miraron cruzando sus ojos para ir a decirse lo que cada una opinaba sin necesidad expresarlo con palabras. -“¿Insoportable?”- sugirió Esther, bajando su cabeza para darle más confidencialidad al asunto. -“Insoportablemente embarazada. No es lo mismo”- respondió Maca dejando caer el comentario en medio de un sorbo de café, con el mismo tono de secretismo. -“Creía que a las embarazadas se les endulzaba el carácter”- Maca miró a ambos lados, enigmática, indicándole que se acercase más a ella, tapando sus cabezas detrás de un periódico a ojos de todos los presentes, como quien fuese a contarle el mayor secreto jamás guardado. -“Que sepas, que por eso ha cogido un bizcocho sin permiso. Pero no se lo digas a nadie...”- susurró la pediatra bajando aún más su cabeza, posando su dedo índice en sus labios. Se calló un instante, buscando la expectación del momento, la reacción de Esther, -“Pero que tonta eres... No se puede hablar en serio contigo”- dijo la enfermera, lanzándole una diminuta pastilla de edulcorante, intentando “encestarla” en el escote de la pediatra. La miró cariñosamente resentida ante la poca importancia que le había dado a la situación, robándole a Maca de su mano la pastilla que había recuperado con apuro de su escote, para dejarla caer de nuevo desafiante en la taza de café de Maca. -“Y ahora te lo bebes y te callas, por esa facilidad que tienes para tomarte todo a cachondeo. ¡Si parece que hasta le das la razón!”- apuntilló. -“Tranquila, AHORA está como a mí me gusta”- dijo Maca sorbiendo el café sin apartar sus ojos de Esther detrás de la taza... -“¿Cuándo te he quitado yo la razón para dársela a Cruz?. Estará sufriendo uno de esos chute emocionales de las primeras semanas de embarazo... Habrá que “aguantar” como buenamente podamos todos”- dijo desprendiéndose aún más de la importancia del asunto -“Yo espero no volverme insoportablemente embarazada cuando llegue el momento... ¿Um?”- emitió, apurando las últimas gotas de café. La enfermera la miró evitando aquél último comentario. De momento Maca llevaba goleada en el marcador en cuanto a número de comentarios acerca del tema, “embarazo”. Para Esther, a aquella palabra, después de oírla, se le unían inmediatamente otra tantas como, hijos... familia... compromiso... responsabilidad... inseguridad... y así hasta llegar a la fase de miedo escénico, pavor, y terminar en el más absoluto de los pánicos, que le hacía saltar como un resorte hacía otros temas de conversación más banales. -“Vale, sí, pero no hace falta que la excuses con que está embarazada”- dijo buscando un atajo que la alejase cuanto antes de una conversación sobre lo insoportablemente embarazada que supondría una Maca preñada de unos hipotéticos trillizos en los días anteriores a su salida de cuentas. -“Si te lo pidiese a ti, habría que ver como se toma la doctora Fernández que le manden hacer recaditos”. -“Exagerada, pero si te encanta que cuenten contigo para todo... Algunas veces me recuerdas a las niñas que en clase siempre son las primeras en levantar la mano para borrar la pizarra...”- dijo Maca, dándose cuenta que aquél tampoco era el momento de hablar de embarazos personales. -“Y tu me recuerdas a las niñas que nunca estudian y sacan las mejores notas de la clase”- respondió Esther. -“Eso es un halago” –insistió Maca, en un repentino juego de ironía mutua. -“No te creas. Luego nos pasamos el resto de la clase preguntándonos a que profesor te has ligado para que te apruebe tan fácilmente...”. Punto, juego, set y partido para Esther García. Maca la miró sonriendo ante su “derrota”. -“Desde luego deberían poner tu foto al lado de la definición “Exageración” en el diccionario de La Real Academia...”- dijo, levantándose al fin de su silla. -“Sabes que te has vuelto una quejica y una gruñona, ¿verdad?. A parte de eso, mi suegra dice que se te secan todas las plantas. Eres un partidazo, cariño”. -“Pues no es cierto, además a mi no me gustan las plantas. ¿Cuándo te ha dicho eso mi madre?” -“¿Ahora voy a tener que contarte las conversaciones “suegra-nuera” que mantengo con tu madre?. Regla número uno de un matrimonio bien avenido... Nunca le cuentes a tu mujer lo que hablas con su madre, es decir, nunca traiciones la confianza que tu suegra ha puesto en ti... He oído que no es fácil ganarse la confianza de las suegras, ¿Sabes?”- Nuevamente Maca parecía empeñada en tirar indirectas acerca de su relación elevada a la máxima potencia del compromiso. Si Maca suponía que debía “ganarse” la confianza de su pobre madre chivándose mutuamente sus defectos más superficiales... ¿Qué se supone que debía hacer ella para ganarse la confianza de una señorona de la alta sociedad llamada “la madre de Maca”?. La pediatra adivinó nuevamente un atisbo de incomodidad en la repercusión de sus palabras, y se acercó por detrás al asiento de Esther para arreglar el descosido, “Olvídate de archivos, de embarazos y de suegras, ¿vale?. Prueba uno a mi salud”- dijo señalando la bandeja de bizcochos -“A este paso se los comerán todos, y la persona para la que los hice expresamente no va a saber que yo soy mejor repostera que Teresa... Por cierto, la empollona de la clase irá a buscar esos papeles por ti... De colega a colega, esto es un señor favor. Espero que te pienses bien como vas a devolvérmelo” – dijo posando sus manos en los hombros de Esther. -“Iré yo. No quiero que la insoportablemente embarazada de Cruz me ponga caras raras...” – respondió Esther levantándose inmediatamente de su asiento, intentando seguir los pasos de Maca. Ésta insistió sus manos en los hombros de Esther para obligarla a sentarse de nuevo. -“Termina de desayunar. No te preocupes, si la jefa me pone alguna cara rara, ya le pondré yo otra peor...” - respondió dándole un beso en la mejilla. Ahora que se paraba a pensarlo, debía ser ella la ofendida por la forma en que Cruz había pasado de pedirle aquella ayuda que tanto le incumbía a su ego “profesional”. Esther la miró conforme, animándose al fin a probar uno de los renombrados dulces de Maca. La pediatra se dirigió hacía la puerta, justo al lado del discreto rincón. Se dio la vuelta, y susurró un leve -“Luego te veo... bizcochito...”- apretando sus labios para disimular la sonrisa que surgía de su rostro al descubrir lo cursi del adjetivo que había regalado a Esther. “... ¿Bizcochito?... Joder, Maca...”- pensó caminando hacía recepción. (En recepción minutos más tarde). -“¿Y bien?”- dijo Maca apoyándose en el mostrador del área de cortinas junto a Cruz. -“Qué tal todo”- La directora parecía no enterarse de nada. Simplemente se dedicó a preguntarle que tal estaba todo, sin mirarle a la cara. Parecía estar muy ocupada, vista la rapidez con que firmaba un papel detrás de otro. Sin duda, la cirujano Cruz Gándara había aprendido demasiado rápido, incluso en sus gestos, a comportarse como lo que ya era, la jefa suprema del cotarro. “Todo perfecto, gracias”- Aquello parecía una conversación de besugos en medio de cortantes silencios. “Me alegro”- respondió Cruz, insistiendo en dejar su firma una y otra vez en la secuencia de partes a dar de alta. Demasiado lista, como para coordinar sus rúbricas, y a la vez no darse cuenta de que Maca no había ido detrás de ella para preguntarle acerca del tiempo. -“Bueno...”- dijo, colocándose el bolígrafo en la bata, -“Suéltalo ya Maca porque veo que se te atraganta”. -“He oído que quieres revisar informes pediátricos relacionados con virología de tres años para acá. Contando que llevo año y medio en este hospital, habré tratado al menos el 50 por ciento de esos casos. Podría estar minimamente interesada en lo que se hace con mi trabajo una vez que se expedienta, ¿No crees?”- Ahora que lo pensaba, Esther tenía razón, se había tomado a cachondeo aquella nimiedad y pensándolo fríamente... el detalle de Cruz había sido asqueroso. -“Solo es una estadística...” – dijo Cruz sonriendo ante el descubrimiento del porqué de la susceptibilidad de Maca. -“Me encantan las estadísticas”- añadió ésta. -“Me estás diciendo que te ha molestado que se lo haya pedido a Esther, ¿no es eso?”- -“No me ha molestado, NOS ha extrañado. Tengo un rato libre, hasta las nueve no iba a subir a la reunión de pediatría en planta”- dijo mirando su reloj, -“Si te parece bien, voy a buscar yo esos archivos”- Ahora sí que estaba picada con respecto de aquél tema. No podía evitar estarlo desde el momento en que los niños pasaban a formar parte de su día a día cotidiano. -“Me parece bien. De momento es sólo una estadística que me ha llamado la atención. Si te necesito, hablamos, opinamos, comparamos y nos tiramos de los pelos, ¡Pero no me los tires antes de tiempo!. Disculpa si te ha parecido que contaba con Esther antes que contigo”- sucumbió la directora. Qué difícil comenzaba a ser eso de “mandar” -“Ah, por cierto. Ahora que has dicho “reunión”, acabo de recordar que Dávila te quiere en su despacho antes de salir de turno. Iba a la cafetería a decírtelo también, pero se me olvidó. Llévate a Esther”. Maca se incorporó del mostrador sorprendida para cruzarse de brazos. -“¿A las dos?”- preguntó interesada en el tema. -“Quiere hablar con la pediatra, y con la enfermera jefe de urgencias. Sois vosotras dos, ¿No?” – comentó Cruz con ironía. -“¿Alguna queja?”- A Maca aquella llamada al despacho le sonaba al menos novedoso. Ambas trabajaban en urgencias, pero sus cometidos eran tan distintos que no era constante su trato profesional ni mucho menos. Ella también pasaba parte de su tiempo en planta, y muchos veces Esther ni siquiera tenía tiempo para fijarse que la que se cruzaba por su lado, era precisamente Maca. -“No sé de qué se trata, pero era bastante urgente... Por cierto, el bizcocho...”- -“No me lo digas. ¿Quieres la receta?”- dijo Maca intentando parecer serena, aunque por dentro aquella llamada al despacho del director del Hospital la había picado como el molesto aguijón de una abeja llamada, “Curiosidad”... Bellevue Hospital Center. (Nueva York) 15:35 P.M Como un juego de azar. Así es como los años le habían enseñado a ver la perspectiva de su propia vida. Como un juego de mesa, donde tirar los dados, y esperar lo que te deparaba la suerte era la única regla del juego. Perfectamente podía situar su vida en un tablero de Monopoly, moviendo ficha de un lado para otro durante años. Un ir y venir constante de un sitio a otro. Bueno, quizás no había sido de manera constante, pero habían sido devenires tan profundos que le habían marcado el destino, tanto como tirar los dados infinitamente sobre el mismo tablero. El azar le había hecho tirar esos dados, y hacía una semana se encontraba en esa indeseable casilla negra, esa donde nunca quieres caer, que decía que habías caído en Bancarrota. Una bancarrota existencial en su Monopoly particular. -“Ladies, there´s a taxi cab out there...”- oyó a sus espaldas. Un chico de unos diecisiete años apareció por la puerta de lo que sería su despacho por los últimos cinco minutos, preguntando quién había avisado al taxi que esperaba a la puerta del edificio. -“Decidle que salgo en tres minutos”- le dijo a Bárbara, que a su lado se afanaba en revisarle su billete, su pasaporte, y su equipaje de mano. Bárbara había sido su mejor amiga desde que llegase a la ciudad hacía ocho años. Habían coincidido por primera vez allí abajo, en la sala de recepción, en el primer día de prácticas, y desde entonces se habían vuelto inseparables. Su compañera de trabajo, su compañera de piso, y su mejor amiga. -“Take your time, chica” – respondió Bárbara, saliendo por la puerta detrás del chico, dejándola sola en su despacho. Siempre hablaban en castellano en la intimidad, era una forma para ambas de no perder sus orígenes, de seguir en contacto con ellos, pero no acababa de acostumbrarse al “spanglish” tan peculiar de su amiga. En cierto modo, ambas habían conseguido sus trabajos por su bilingüismo. El Bellevue era un centro público ubicado en la parte Baja de Manhattan, y si bien la comunidad hispana siempre se había quejado por las dificultades que se encontraban en los hospitales al no haber apenas personal sanitario de habla hispana, aquél hospital en particular tenia a buen nombre la ventaja de acudir a él y que algún doctor de origen latino atendiese tus necesidades sin preocuparte por el inconveniente del idioma. Había confiado en ella, y desde hacía una semana había sido la única persona a la que le había permitido permanecer a su lado en aquellos momentos. Ni siquiera a su familia, ni siquiera a su madre. Alzó la vista contemplando las vistas del Midtown, alcanzando su vista desde la calle 18 hasta el Empire State Building. Hacía unos días su madre había llegado a la ciudad para ver como que se encontraba, y sobre todo, para hacerla cambiar de opinión respecto de sus intenciones. -“¿Vos estás segura de lo que hacés?”- le había preguntado en una tranquila cafetería, incrustada allí mismo, a los pies al grandioso Empire. -“Sí, mamá. Estoy muy segura de necesitar marcharme bien lejos una temporada. Adriana, fue la primera en ofrecerme su casa allá. No sé porque has tenido que llamarla para que me intente convencer de lo contrario, y luego insistirle en que se ocupe de mí mientras yo esté allí. Ya soy mayor para algunas cosas. Es más, soy mayor que ella, ¿recordás?”- le dijo, sacando a relucir tímidamente su acento argentino. Inevitablemente siempre lo hacía si se trataba de su familia. -“No quiero que cometas un error, nena. Has luchado mucho por conseguir tu trabajo y ahora dejarlo todo es una locura... pero no seré yo quien te lo impida. Siempre hiciste lo que te vino en gana”- espetó su madre reprochándole su decisión. Al menos como madre debía hacérselo saber. -“No te preocupes por mi trabajo. Preocúpate por mí”... Y así, las dos horas largas que se habían reducido “a bailar” alrededor de una decisión que ya estaba tomada, y que bien podía ser tomada como una locura inmadura a sus treinta y dos años. Su madre siempre había sido una mujer temperamental, que odiaba que se le llevase la contraria, pero con el paso de los años había dado por perdida la opción de dirigir la vida de sus dos únicas hijas. Una mujer que hacía muchos años, había dirigido la de su marido, convenciéndole de que emigrar a los prósperos y maravillosos Estados Unidos de América desde su Buenos Aires natal era el plan de sus vidas. Un par de maletas, un permiso de trabajo, una mujer y dos niñas de dos y cinco años habían sido todo el equipaje de su padre, comenzando desde entonces la sensación de “Monopoly” que se instalaría en su hija mayor, de por vida. Por aquél entonces el peregrinar por el nuevo, desconocido y apabullante país se había limitado a la costa Este de los Estados Unidos. Nueva Jersey y Pennsylvania sin demasiada fortuna... hasta que a mediados de los ochenta, la familia hizo de nuevo sus maletas, y logró levantar un negocio, un restaurante argentino en Albany, a unos doscientos kilómetros de Nueva York. A partir de aquél momento Miranda, sabría que no deseaba pasarse el resto de su sirviendo comidas ni llevando la contabilidad del negocio familiar. -“Chica, el taxi está esperando. Será mejor que bajes. No quiero que llegues tarde al aeropuerto y pierdas el avión”- dijo Bárbara de vuelta al despacho, despertándola de sus pensamientos de juventud. Bárbara y su habilidad de levantar su ánimo a cualquiera. Ella y su habitual costumbre de llamarla “Chica”. Una forma muy habitual para ella y para cualquier neoyorkino de habla hispana de dirigirse a los demás. Se levantó de su asiento, echando un último vistazo a su pequeño, pero coqueto despacho. Había sido su segunda casa durante los últimos ocho años. En realidad el Bellevue había sido su segundo hogar. El suyo, y el de su pequeño. Sebastián. Cuantas tardes le había mantenido allí ocupado en la guardería jugando con los pacientes de Pediatría mientras ella se encargaba de atenderles. Un nudo apareció en su garganta al acordarse de él. -“Mi pequeño...”- pensó recordando sus suaves facciones infantiles, y su pelo rubio. Volvió sus pasos hacía su escritorio, totalmente vacío, recordando que allí había guardado hacía una semana un “portafotos” con la imagen del pequeño. Aquella foto que siempre había estado encima del escritorio. Una foto de su primer cumpleaños, que habían celebrado en la casa familiar de Albany. La verdad es que ver su rostro cada que vez que levantaba la vista no le permitía concentrarse en los informes que a duras penas conseguía llevar hacía delante desde hacía una semana, por ello había decidido guardarlo en uno de los cajones del escritorio. La verdad es que no lograba concentrase de ningún modo, por ello había arrojado la toalla. -“¿Quién irá a recogerte cuando llegues?, ¿Tu hermana?” – preguntó Bárbara, sacándola de sus pensamientos una vez más. -“No puede. He hablado esta mañana con ella. No te preocupes, tengo un amigo, ha prometido estar en el aeropuerto cuando llegue”- dijo cogiendo la foto y guardándola en su bolso. Aquél gesto llenó de lástima a la puertorriqueña, desviando su mirada. Miranda la miró buscando no dar más pena, -“Alguna vez te hablé de él. Estudiamos juntos en Buenos Aires, cuando volví allí para terminar el último año de la carrera. Es un buen chico. Lleva viviendo en España algunos años”- dijo intentando animarse a sí misma. -“¿Es médico?”- -“La última vez que hablé con él estaba terminando su residencia, espero que le concediesen la plaza en el Hospital en el que la solicitó. Eso fue lo último que me contó”- Bárbara la miró sin estar demasiado convencida de las expectativas de su amiga -“Miranda, no quiero parecer tu madre,... ¿Are your sure? I mean... ¿Estás segura de que es buena idea marchar a España?, Fíjate que aún estas a tiempo, chica ”- preguntó Bárbara desconfiada. La verdad es que no lo estaba, pero es que tampoco atendía a razones para hacer balance de lo que podía perder y de lo que podía ganar. Perder ya lo había perdido todo, y ganar... Bueno quizás ganaba algo de calma para afrontar la “bancarrota” emocional en la que había caído. No esperaba encontrar trabajo, no deseaba conocer a gente, ni establecerse en Madrid a largo plazo. Solo esperaba dejar pasar el tiempo, y quizás allí, a ocho mil kilómetros de su vida real, conseguiría al menos que las agujas del reloj la fuesen sacando poco a poco del pozo en el que había caído. De momento tenía una hermana a la que no veía desde hacía tres años. Adriana, una mujer de veintiocho años, que había emigrado, (supuso que el espíritu migratorio le venía de familia), a Madrid con 25, la cual le había contado que Europa era una buena forma para comenzar una vida desde cero. Ella no se encontraba a cero, se encontraba en un término medio entre el menos cien y el menos un millón, pera la idea “desde cero”, ya le daba sensación de “retomar” una especie de vuelo para salir de su bancarrota. De repente sonó el teléfono. Bárbara la miró indecisa, lanzándose a por él antes de que dejase de sonar. -“Yes”- dijo la joven, en un tono cortante a través del auricular interno del Hospital sin preguntar. La cordialidad no era su fuerte, y podía ser tan arisca en ocasiones que no sabías si se debía a su estado de humor, o a ese eterno caparazón que se había construido a su alrededor por las vueltas que también había dado su vida. Ser emigrante no era fácil en ningún sitio. Ser hispano en Nueva York menos aún. -“Hold on, please...”- dijo, retrocediendo hacia un tono más cordial a su interlocutor. -“Es Garamond. Te espera abajo en dos minutos”- continuó Bárbara, tapando la parte baja del auricular. -“Será mejor que bajes a darle la mano. Nunca se sabe a que puerta tendrás que volver que llamar”- dijo susurrando su sugerencia. Miranda la miró llenando sus ojos de cansancio. Le había insistido a Bárbara que POR FAVOR hiciese correr libremente el rumor de que no se encontraba con fuerzas de despedirse de nadie, que la perdonasen, y que entendiesen que no se veía con las ganas suficientes de decirle adiós a NADIE. Por eso mismo, se había encontrado el suelo de su despacho lleno de notas de despedida, de cartas animosas por parte de sus compañeros que las habían colado debajo de su puerta. Claro estaba que su jefe no es que fuese un “nadie” cualquiera. Bárbara tenía razón. La miró aprobando con desgana la petición. -“I´ll tell her. Of course...”- sentenció Bárbara, colgando el teléfono. Respiró profundamente, animando con su respiro a poner en marcha a la argentina -“C´mon”- añadió, cogiendo de repente la bolsa de viaje de Miranda, como si fuese ella la que tuviese prisa en llegar al aeropuerto. Abrió como pudo la puerta cargada con el equipaje de su amiga, se situó junto a la puerta, dándole a la ya ex doctora Miranda Prados el beneplácito en sus ojos de echar un último vistazo a su segundo hogar. “Tu turno. Tira los dados, Miranda”- se dijo a si misma, saliendo con su amiga de su despacho, para ir a perderse por última vez entre los pasillos de aquél gigante llamado Bellevue. |
#2•• Me gusta, sigue... (juajuajua....) |
#3• ¡Ha llegado el momento! Gritemos tod@s: ¡SÍ, SÍ, SÍ! ¡SHORTY YA ESTÁ AQUÍ! ¡YUPIII! ![]() Desde Gran Canaria con amor, modehead we sell HELL
and SUFFER WELL |
#4•• Escrito originalmente por modehead72 ¡Ha llegado el momento! Gritemos tod@s: ¡SÍ, SÍ, SÍ! ¡SHORTY YA ESTÁ AQUÍ! ¡YUPIII! ![]() Desde Gran Canaria con amor, modehead LO SECUNDO!! sí, sí y requetesí....... ![]() ![]() ![]() y también desde Gran Canaria.... ![]() ![]() Lo que no entiendo es esta historia "aparente y visiblemente" paralela... ¿en el mismo "espacio y tiempo"? A ver si en la próxima entrega me queda algo más claro... Continúa pronto, por fa. Quiero saber más, más, más, más, more, more, more, more.... Pensaba que tardarías más en animarte con otro... qué alegría ![]() |
#5• Es la primera vez que te leo, y me ha parecido genial. Te seguiré. ¿Es que no puedo aparecer sin firma? |
#6• A mi tambien me gusta !!! Sigue escribiendo, aqui tienes una colegui que leera tu historia con mucho interes. Un besazo "Hace tiempo conviví casi dos años con una mujer hasta descubrir que sus gustos eran exactamente como los míos: los dos estábamos locos por las chicas".MARX, Groucho
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#7• eeyyyy short has vuelto!!!!! Fui a los bosques xq qeria vivir a conciencia,
qeria vivir a fondo y extraer todo el meoyo a la vida, dejar de lado todo lo q no fuera la vida para no descubrir en el momento d la muerte q no habia vivido. |
#8• Sip!! a mi tb me gusta!!! Escribes genial Sigue cuando puedas! Besos ![]() Llega un momento en la VIDA en que debes alejarte del drama sin motivo y de la gente que lo provoca, rodeándote de personas que te hacen reír tan fuerte que te olvidas de lo malo y te enfocas sólo en lo bueno. La vida es demasiado corta para ser otra cosa que no sea ser Feliz. :) así que vive.. y deja de cotillear y criticar,que es muy malo para la salud. |
#9• Chamanica, me encanta la forma que tienes de explayarte largo y tendido, y sobre todo cuando se ve q reeditas tus posts!... si bueno, cosas en el escote, anda qno nos conocemos ya... tu lo q quieres es que venga el tigre ya pronto, y arme revuelo en el corral. Por cierto, céntrate y aver si sacamos algo en claro de esas maquinaciones que nos llevaran a adoptar a sergio "cara de perrito abandonado" para pasearlo por el Retiro. |
#10• tendremos paciencia...lo bueno siempre se hace esperar!!! No iremos a dormir amor
Ni a vivir normal Hoy que somos dos Y hacemos dios |
#11• "Creo" que tengo paciencia para tu fic, pero sólo para el tuyo porque cada entrega es mejor que la anterior (no, no es peloteo) y me gustó demasiado el anterior (pa' pasar yo sola las ciento noventa y pico páginas a word...) para no leer éste. ¿Canariona? No, no, en breve madrileña adoptiva.... qué nerviossss... ¿more & more? ya me has liado más... ya conozco tu style, seguro que me parece estupendo cómo lo vayas a llevar... yo espero lo que haga falta, pero otros siete meses no sé xDDD. |
#12• Paciencia? Tengo... pero kero mais!!!! "Poor men wanna be rich... rich men wanna be kings and a king ain't satisfied 'til it rules everything..." (Badlands - Bruce Springsteen)
"Remove that attitude ... I'm in love with you... I don't care who knows about us... If all the world could see what you do with me.... I'm sure we'd have many blessings" (Burning - Finley Quaye) "Entre lo que dic, lo que ric i lo que faig... nu faig res eh!!!!" |
#13• Acabo de leer tu fic entero, después de varios intentos fallidos ![]() ¡¡Grrr!! ![]() ¿Túúúúú sabeeees hablaaar ballenoooooooo? ~Lagartona~ ![]() ¡¡LAS MAMPARAS NOS VAN!! |
#14• me gusta como está quedando el fics está muy interesante, sigue prontito con él que me tienes en una intriga con los mundos paralelos....... Bueno chica que no te demores mucho y escribe, un besito. yo quiero ser un solo ser y estar contigo
cómo duele que la luna no te la haya yo enseñado,que volaste hasta una estrella de otra mano yo soy aquel que una estrella del cielo te quiere bajar, quien solo al tenerte despierta con ganas de amar,. quien más se te arrima y más te adivina soy yo si un dia el universo completo tú quieres te doy,no olvides un loco en el mundo tú tienes yo soy quien, más te anhelado y más te ha esperado soy yo |
#15• IR O NO IR -“¿Y bien?”- dijo Esther sentándose en una de las sillas colocadas enfrente del escritorio de Dávila. Maca la miró recordando que casualmente era la segunda vez que escuchaba aquella frase en el mismo día. La primera vez de su propia boca para preguntarle a Cruz acerca de los casos archivados en virología. A Esther le había extrañado que Maca tuviese una reunión con Dávila. El director del Hospital no era de los que te ordenaban acudir a su despacho a la mínima ocasión, y menos aún a título personal. Pero aún más le extrañaba que la cita fuese también para ella. Para las dos. Que casualidad. Hacía un buen rato Maca le había hecho saber la noticia, y después de esperarla un buen rato en cortinas, se encontraba en aquél despacho ardiendo en ascuas sobre aquello tan urgente que les iba a comunicar Dávila. Al igual que para Maca, para ella la primera reacción había sido la de pensar que caería alguna reprimenda, alguna llamada de atención... pero es que tampoco recordaba haber hecho nada mal en su trabajo, ni fuera de lugar en compañía de Maca como para que nadie les tuviese que llamar la atención. A su lado, Maca había optado por permanecer de pie, junto a Esther, esperando seriamente la noticia. Parecía una madre ante el despacho del director de instituto, esperando que éste le sacase la lista de todos los días en que su hija se había decidido a saltarse las clases. El director del hospital las miró a ambas con gravedad durante un instante, clavando sus ojos en la mesa buscando la forma de comenzar a soltar su sermón, para ir a dejar deslizar poco a poco una de sus sonrisa en sus labios. -“¡Que seriedad!. Y que poco me gusta cuando no hay motivo. ¿Puedo saber que travesura habéis hecho para que penséis que me he enterado de ella?”- dijo, Dávila, sacando un sobre en blanco de uno de los cajones de su despacho. Abrió el sobre, y de él sacó lo que parecían ser dos billetes de avión. Se ajustó las gafas a la nariz para leer letra pequeña en ellos. -“ García, Esther... este es tuyo” - “... Y este el tuyo...”- dijo, repartiéndolos con toda la naturalidad del mundo, sin explicar de que se trataba. Esther y Maca se miraron al instante abriendo sus ojos de par en par, cogiendo aquellos billetes ávidas y sorprendidas a la vez. ¿Billetes de avión?, ¿A donde?, ¿Cuándo?... ¡¿Porqué?!. Los ojos de Maca se lanzaron presurosos buscando el destino del billete, comenzando a pasar nerviosa las hojas del billete, buscando asi mismo el sitio en que debía poner que todo aquello en realidad sólo era una broma de Antonio Dávila. -“¿Nueva York?”- dijo al fin, sentándose en la otra silla, junto a Esther. Aquél viaje “preparado” por su jefe, era digno de necesitar asiento urgentemente. La pregunta de Maca, hizo confirmarle a Esther la idea de que ella tampoco lo había leído mal. -“¡¿Dentro de tres días?!!”- añadió, exclamando y preguntando a la vez totalmente alucinada. Volvieron a mirarse entendiendo cada vez menos que hacian ellas de repente siendo portadoras de un billete de avión destino la Gran Manzana. Después de la primera sorpresa, Maca suspiró un poco de realidad, y dejó su billete en la mesa, volviéndo al inicial tono de seriedad en su rostro. A parecer esperar cuantas veces se había saltado Esther las clases. Se dejó caer en el respaldo de la silla, entrelazó sus manos en su regazo, y esperó una explicación ante aquél inesperado viaje. Dávila no había parado de mirarlas desde entonces. Había esperado no hacerlo para ver en ellas su reacción, y poder actuar en consecuencia para que acogiesen aquella proposición de forma positiva. No estaba muy seguro de cómo les había caído aquella noticia. -“¿De que se trata?- preguntó finalmente Esther, imitando a Maca en su gesto de dejar el billete en la mesa. Quizás aquél gesto en ambas pudiese ser entendido como un “Un viaje a Nueva York, perfecto. Pero primero nos gustaría saber para qué nos mandas tan lejos”. Como quien prefiere ser cauteloso con una ganga, esperando conocer detalladamente las “condiciones del contrato” antes de firmar. -“El congreso internacional sobre Pediatría. Este año he conseguido que este Hospital acuda en condición de invitado”- dijo Dávila descubriendo la realidad de los billetes. Así que se trataba de eso. De la reunión de la IPA (International Pediatric Association). Cada tres años, IPA, convocaba una reunión en un punto determinado del planeta. Una reunión totalmente globalizada a la que asistían todos las filiaciones legales de cientos de países. La última en Sydney. Después de tres años, este tocaba congreso, y Nueva York parecía haber sido la ciudad elegida. En España la AEP, Asociación Española de Pediatría, se dividía en sociedades regionales, y estas a su vez en comités como el de lactancia o un gabinete asesor de vacunación. Cualquier pediatra titulado podía afiliarse a un subgrupo especializado, neonatología, cuidados intensivos, o como era su caso, Urgencias pediátricas, para aportar sus conocimientos y su colaboración. Había comenzado a pensar que después de algún tiempo “ejerciendo”, se acercaba el momento de aportar algo de su experiencia al colectivo. Era así de solidaria... Pero claro, no había color entre los miles de afiliados a la IPA, y los ciento cincuenta con que constaba en la actualidad la Sociedad Española de Urgencias en Pediatría. Quizás era una magnifica oportunidad estrenarse en el baile de los “debutantes pediátricos” por la mejor puerta. Por la puerta grande. Un congreso al otro lado del mundo rodeada de la créme de la créeme. -“Bueno, tienes al jefe de pediatría del Central, y a un puñado de especialistas más veteranos que yo. Y mucho más experimentados”- dijo Maca, mostrándose reservada. Aún no sabía si debía sentirse halagada, o pagando la novatada de cargar con un gran marrón. -“Este año el congreso tratará con especial atención las urgencias pediátricas. No necesito a ningún médico con más años que yo aquí. Necesito al Pediatra de Urgencias de este hospital. Y esa eres tú”- dijo Dávila quitándose las gafas, soltándo aquella sentencia inexcusable como un mazo en su responsabilidad sobre el Central. No parecía muy dispuesto a pedir opinión, o a dar cabida a la elección. El simple hecho de que aquellos dos billetes estuviesen a sus nombres, ya decían bien claro que Dávila se lo había adjudicado a ellas antes de preguntarles que les parecía la idea. Pero... ¿Y que había de Esther?. -“Entiendo que Maca no pueda faltar. ¿Pero yo?”- dijo la enfermera, dándose cuenta al instante de que no sabía que pintaba en Nueva York por aquél asunto. -“Bueno, no quiero que la pediatra vaya sola. Había pensado en Cruz, pero ya tiene demasiadas cosas en las que pensar como para que se vaya a Nueva York a colapsarse con más trabajo”- dijo, quitándose de nuevo las gafas. -“¿Y Vilches?”- añadió Esther, buscando más candidatos aparte de ella misma. -“¿Cinco días con Vilches?”- volvió su gesto hacía Maca, –“Sinceramente, no te mereces ese castigo”- dijo, sonriendo. –“No llegarías a Nueva York sin haber discutido cuarenta veces con él sobre quién debía sentarse al lado del pasillo o de la ventana del avión”- dijo Dávila riéndose de sus propias gracias. Maca le miró incrédula -“... No soporto la forma en que los hombres se creen graciosos por si mismos...”- pensó, desviando su lacónica sonrisa hacía la ventana. -“¿Y porque no bajas a otra pediatra de planta?- dijo de repente. Se sorprendió a si misma, sugiriendo que otra doctora bajase a urgencias a sustituirla, con tal de que Vilches la acompañase. -“Vilches no es sustituible bajo ningún concepto, ni siquiera para hacer de sustituto. El se encargará de tu trabajo esos días. Cualquiera podría ir a Nueva York, pero ninguno podría sustituirte como lo haría él. Los demás son demasiado jóvenes como para tener experiencia en cualquier campo, como tendría él...pero necesitándole a él en Pediatría, sólo me quedas tú, Esther”- dijo Dávila. Estaba claro que Cruz quedaba excusada, Javier no mostraría interés alguno en un congreso sobre una especialidad ajena, Laura era demasiado dependiente de Javier como para desenvolverse por su cuenta, y Héctor estaba más preocupado en coger soltura, que en comportarse como un verdadero médico. Se le había escapado Manuel Aimé, pero a nadie se le escapaba que Dávila y él no se soportaban mutuamente... por ello, Vilches siempre era el comodín favorito de Dávila. Su “As” guardado bajo la manga. Al que siempre acudía cuando se trataba de encajar el tablero de ajedrez de urgencias. Maca, asintió, dándole la razón a Dávila. Ella tampoco podía negar la profunda admiración que sentía por aquél médico, aunque se encaprichase en darle la vara "a su manera" durante cinco días. Había estado a punto de ser nombrado director de Urgencias en más de una ocasión, había sido el temido “adjunto” de varios residentes, y no eran pocas las veces en que se había puesto al mando en una situación de máxima emergencia. Definitivamente Rodolfo Vilches no era el jefe de la cuadrilla de urgencias, pero sí era líder. La eminencia admirada y temida a la vez. Esther sentía demasiado respeto por él, pero Maca no pasaba de admirarle, y de admitir en consecuencia que seguramente haría su trabajo incluso mejor que ella... aunque pensó que también lo haría mejor, si tuviese incluso que ponerse a hacer camas codo con codo, con Rusty... -“Pero yo no soy médico”- dijo Esther, interrumpiendo los pensamientos de Maca. -“No eres médico, pero este año el congreso tratará sobre el CIE-9-MC. Enfocado a Pediatría. Y eso también te incumbe a ti. Para una enfermera controlar esos códigos a la perfección es básico para que el médico y el enfermero se coordinen cuando tratan al paciente”- argumentó Dávila. -“Últimamente me han llegado muchos errores de diagnostico por este motivo”. Esther apretó sus labios. Parecía que había quedado olvidada la manía de echarle a ella la culpa de tantas cosas que sucedían en Urgencias. Cuantos gritos injustos se había llevado de Vilches, y cuantas veces Andrea o Javier habían exprimido su trabajo rozando el uso del abuso. ¿Todo aquello no había quedado olvidado en los tiempos en que ella era la pobre y apocada de Esther García?. ¿Acaso Dávila no se había enterado de eso?. -“Que yo sepa no he cometido ningún error”- dijo Esther. Maca dio un respingo en su silla, incomoda ante la ofensa que acababa de oír hacia Esther. -“No creo que sea muy justo culparla de los errores que podamos cometer los demás. Y si sus enfermeras no están bien preparadas, y no controlan el CIE habría que pedir cuentas a la Facultad, o en todo caso, preguntarse porque el 80% de las niñas que se ponen a las órdenes de Esther, apenas saben lo que es un hospital de verdad, porque prácticamente no lo han pisado nunca”- argumentó Maca. Si Dávila estaba diciendo que el departamento de enfermería era el culpable de que el CIE patinase de vez en cuando por Urgencias, era surrealista pensar que sólo Esther fuese la culpable de que las enfermeras no atinasen a descifrar un diagnostico codificado, o que no lo codificasen correctamente Héctor, Laura y compañía. Esther la miró sorprendida, por el arrebato que había tenido Maca al excusarla. -“Si tu idea es que vaya a ese congreso para ponerme al día sobre el CIE, espero que luego me des permiso para ponerles las pilas a mis enfermeras”- dijo Esther, intentando crecerse ante la defensa de Maca. El CIE era un listado internacional de clasificación de enfermedades. Una secuencia alfa-numérica donde cada dígito representaba una causa, un síntoma. Una especie de jeroglífico donde se escondía un historial médico desde su ingreso, diagnóstico primario, secundario y procedimientos quirúrgicos si los había. Tan simple y tan complicado como el historial de una enfermedad en una determinada persona comprimido en un puñado de números. Una suma de muchos aspectos, (la enfermedad en si, su diagnóstico, los síntomas, la zona del cuerpo afectada, el tratamiento, etc), y todo ello para ganar tiempo y eficacia entre los profesionales del centro. Cuestión de entendimiento. El problema estribaba en que si alguien fallaba, fallaba toda la cadena. Dávila aceptó aquella proposición con desdén. El que Esther se pusiese a impartir clases entre sus subordinadas tampoco había sido su objetivo, por ello decidió volver sus palabras hacia Maca. “No culpo a un departamento en particular. Sabes que el código presenta limitaciones, especialmente en pediatría. La actividad allí abajo, por el gran numero de causas sintomáticas difusas que se os presentan todos los días, es una gran dificultad para dar con el diagnóstico correcto. Muchas veces no tenéis tiempo para dar en el clavo con el código correcto de CIE, y otras muchas los dejáis incompletos”- dijo Dávila, sumergiéndose en un maremoto de medicina. -“Presenta limitaciones en pediatría, y en TODO el área de Urgencias, Dávila. Que este año el congreso se centre en ese tema, perfecto. Pero me gustaría que supieses que una limitación no es un error de departamento, más aún cuando esas pautas limitadas nos vienen dadas. Se hace lo que se puede con lo que se nos da. Además, las enfermeras no son las que hacen diagnósticos, y Esther no puede estar encima de todas ellas continuamente”- dijo Maca, intentando repartir un poco las culpas. Aún así, Dávila tenía razón, el CIE era realmente complejo y enrevesado. Y no era muy difícil equivocarse de diagnóstico, confirmar un código equivocado, crear malentendidos con tus compañeros, y en suma provocar una negligencia, y agravar la enfermedad de cualquier paciente. Un pequeño hilo de angustia creció en su interior al recordar aquél niño, que había fallecido por el diagnóstico tardío de un edema cerebral que ella no había sido capaz de descubrir a tiempo. -“Y Esther no había tenido culpa. Sólo fue mía...” -pensó deseando decirle aquello a Dávila. Un 995.1(E928.9) en toda regla, y ella no lo había visto, o se le había escapado algún dato para dar con la salvación de aquél chico. Aún recordaba las palabras de Manuel Aimé asegurándole que nadie hubiese sido capaz de salvarle la vida a Jaime. ¿Nadie?. ¿Significaba eso que había personas destinadas a morir cuando no era su hora porque fallos en el complicado CIE ayudaban bastante?. Desde luego que Dios no había inventado aquello, y el que lo había hecho, era sin duda, el más humano e imperfecto de todos. Enfrascada en aquella conversación, las primeras impresiones sobre la idea de viajar a Nueva York aparecieron en su mente. Ya podía verse encerrada en un enorme aula, rodeada durante cinco días de profesionales de toda raza, sexo y religión, enchufados todos ellos a unos auriculares, enchufados a su vez a la mesa que iría escupiendo en tu idioma particular, estudios recientes, últimas investigaciones, buenos propósitos, y demás parafernalia “congresil”. “Disculpadme un momento” -dijo de repente Dávila sacando su teléfono móvil de su bata. Un motivo más para pensar que Dávila en ocasiones sólo escuchaba lo que quería escuchar. Rodeó a las dos chicas, y salió del cuarto, comenzando una imprevista conversación telefónica en el descansillo de la puerta de su despacho. Las dos se quedaron solas, estudiando con desconfianza los billetes, como si ellos fuesen a chivarles que tal podía resultar la experiencia. La enfermera no podía más que ver en ellos, un desagradable viaje en avión, y un sentimiento de acompañar a Maca en su viaje a Nueva York, pero para sólo estorbarla. Dávila seguramente le había dejado caer aquello de “los errores en urgencias” para retarla, para picarla en ir a Nueva York con los cinco sentidos puestos. La conocía demasiado bien, y sabía que cuando Esther recibía alguna queja, (aunque fuese leve y piadosa), se desvivía por “quitar la razón”, dejándose la piel en aquella queja para llevarle la contraria a quién había dudado de ella. Pero en el fondo ella también conocía a Dávila para saber que decía misa. Quien realmente le interesaba era Maca, y era a Maca a quien no dejaría marchar de allí, sin hacerle jurar que volvería de aquél congreso cargada de kilos y kilos de informes, análisis, estudios, metodologías, procedimientos, comentarios finales, bibliografía, y hasta agradecimientos si hacía falta. Era Maca la responsable de todo. Ella era la pediatra de urgencias. -“¿No quieres venir conmigo, bizcochito?” – dijo la médico, volviéndose hacia ella, intentándo darle algo de "divertido" a la situación. Esther la miró sin saber que decir. Realmente no había esperado verse sumergida de repente en aquella expedición de ultramar. No es que no quisiese ir con ella, iría encantada al fin del mundo con Maca... pero tratándose de trabajo se sentiría estúpida rodeada de profesionales de algo que no era su especialidad. El CIE, solo era una excusa por su parte. Lástima que estuviese enfocado a Pediatría. Estaba claro, que tampoco iba a dedicarse a tocarse el ombligo durante cinco días, es más, tendría todo el CIE del mundo, con sólo pedir un completo dossier a los organizadores del evento, (que se encargaría de restregar por la cara de Dávila una vez lo hubiese memorizado como parecía querer el director)... Lo que en realidad no le agradaba era la idea de que todo el mundo le preguntase acerca de algún tema relacionado, y ella tuviese que decir que no, que era una compañera de trabajo de la doctora Fernández, y que sólo acudía en calidad de una especie de secretaria de la misma. -“Solo vengo a cargar con sus papeles y sus bolígrafos”- se imaginó diciendo. Sabía que no era así, pero su mente siempre había tendido a pensar de aquella manera. Maca seguía esperando una respuesta. Se incorporó de su silla, apoyando su brazo en la silla de Esther. –“¿No quieres?”- dijo, pareciéndole ya algo preocupante el silencio de Esther. -“No me digas que a ti sí te apetece. No tengo ganas de hacer maletas, ni de meterme en un avión durante ocho horas, (excusa barata). No me gustan los aviones, me voy a sentir fuera de lugar, y sinceramente, aunque Dávila diga que no, creo que hay más personas en urgencias capaces de sacar provecho en una reunión de médicos, que una enfermera”. Maca volvió a dejarse caer en su silla ante la respuesta de Esther, resoplando de decepción. -“Esther desde que te has levantado estas de un poco receptivo a todo, que me agota. ¿Qué te pasa?. Parece que te desagrada todo lo que te está pasando hoy, empezando por lo que te digo yo”- dijo metiendo aquél tema personal en el despacho de Dávila. No había pasado por alto, las miradas asesinas a Cruz por un mísero rato que le había pedido que pasase buscando archivos, y sobre todo la forma en que había evitado sus comentarios acerca de lo insoportable que se volvería en un embarazo hipotético suyo. Sólo había sido una broma, y Esther se lo había tomado como un anuncio oficial de “Algo”. Por no hablar de lo contrariada que se había mostrado al saber que entre Encarna y ella comenzaba a surgir cierta complicidad. Ella lloraría incluso de la emoción si pudiese ver esa escena idílica de su madre charloteando con Esther, como ella lo había hecho con Encarna. Algo le pasaba. -“Estás a tiempo de decirle a Dávila que me busque otra persona. Y si tampoco te gusta la idea de que vaya con alguien, siempre puedo convencerle de que me las arreglo sola”. -“¿Te las arreglarías sola?”- preguntó Esther enrareciendo el ambiente. ¿¡Realmente era verdad que Esther no quería ir con ella!? -“No jodas Esther. ¿En serio no quieres venir?. Te lo estoy preguntando en serio ya”- dijo acercándose aun más a Esther desde su silla. Una repentina aparición de Dávila nuevamente en su despacho, la hizo retroceder inmediatamente de Esther, recomponiendo su posición original, dirigiendo su cuerpo hacia el director. No quería que el jefe las viese hablando sobre los matices personales que tenía aquél viaje. Éste se sentó en su asiento, resoplando ante el ajetreo de tener que atender mil asuntos a la vez. Mientras, los billetes seguían esperando por su parte a ser aceptados con agrado. -“Bueno ¿Donde estábamos?”- preguntó, mirándolos indeciso. Esther había tenido razón. Maca no iba a poder negarse a cumplir con su trabajo aunque fuese a miles de kilómetros de distancia. En definitiva iba a tener que contar con un viaje por motivos de trabajo de cinco días, quisiese o no. Sólo quedaba un pequeño fleco pendiente. Si Esther remoloneaba mucho, Dávila en el fondo acabaría cediendo, y quien sabe si incluso en su cabeza apareciese la genial idea de hacer acompañar a Maca por... ¿¿Begoña??, ¿Por qué no?. También era enfermera. Una completa novata, pero una novata con un ansia feroz por aprender, y subir y subir peldaños al paso que fuese, y costa de quien fuese. Y Dávila sólo era un inocente cordero ante las femeninas garras de Begoña. No era tan descabellado. Podía pedirle a Dávila un día para pensárselo, (que incluiría una leve discusión con Maca esa misma noche), pero seguramente pasado ese día, Dávila le diría que ya que ella había estado tan escéptica... Begoña iría encantada con Maca. Esta vez, se incorporó ella acercándose a la mesa, dudando enormemente que decir. Miró los billetes y se tiró a la piscina. -“Estabas a punto de decirnos si prefieres que te traigamos una camiseta o un llavero de Nueva York”- dijo Esther, cogiendo al fin su billete en último atisbo de duda. Una forma original de decirle a Maca, que Sí. Que iría con ella a Nueva York. |
#16• Bueno short, sin palabras me dejas, me he quedado con la boca abierta leyendo este ultimo y gran trozo yo quiero ser un solo ser y estar contigo
cómo duele que la luna no te la haya yo enseñado,que volaste hasta una estrella de otra mano yo soy aquel que una estrella del cielo te quiere bajar, quien solo al tenerte despierta con ganas de amar,. quien más se te arrima y más te adivina soy yo si un dia el universo completo tú quieres te doy,no olvides un loco en el mundo tú tienes yo soy quien, más te anhelado y más te ha esperado soy yo |
#17• me acabo de dar cuenta casi por casualidad que short_writter ha vuelto a las andadas!!!! Aunque ponga voluntad no habrá nada en el mundo que me haga olvidar que no estás cerca, que me enseñe a vivir sin repetirme... "cuánto te echo de menos"...
Esther: Mira, me da igual lo que te parezca justo. Tú eres una enfermera, la más novata, por si no te acuerdas, y yo soy la Jefa de Enfermeras. Y si te pongo una guardia la haces, y si te pongo siete, las haces también. Y si quieres poner una queja al director, al consejo, al ministerio o al presidente, la pones.Y la guardia la haces!. :D |
#18• Impresionante... menos mal que ha accedido a acompañarla a Nueva York... Como buena escritora que se precie, te has documentado a la perfección (San Google me ha corroborado todas esas siglas y códigos numéricos. Y no, no soy una desconfiada, que conste), me parece genial que lo que pongas no sea inventado. Así se aprende y todo... A ver cómo les va el Congreso por los lares neoyorkinos... ¿Habrá algún virus nuevo que deberán tratar o investigar? Bue, paro ya de dar la lata, y me despido hasta la próxima entrega... Genial shorty. |
#19• Increible, de verdad,parece que estes leyendo una novela,me gusta tu forma de narrar,simplemente decirte que me encanta Aún sigo buscando en las caras de ancianos pedazos de niños... |
#20• Cada vez me gusta más! Niña, tienes un arte escribiendo que... ![]() ¡¡Grrr!! ![]() ¿Túúúúú sabeeees hablaaar ballenoooooooo? ~Lagartona~ ![]() ¡¡LAS MAMPARAS NOS VAN!! |
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